Existen verdaderas personas que son verdaderos ejemplos de cooperación y colaboración sin precios. Gentes con nombres y apellidos o simplemente individuos anónimos, que aportan a la comunidad sus servicios sin precio estipulado y con el único propósito de sentirse valorado. Pues solo pretenden ser un pequeño pilar en lo que los demás podamos apoyarnos cuando el momento lo requiera.
Son gentes sin precios sin saldo o rebajas, no piden más nada a cambio que unas gracias o una simple sonrisa que los eleve a la más alta de las gratitudes. No le gustan las autoalabanzas pues entonces saben que pierde el sentido de servir a la sociedad y prefieren que sean sus vecinos, sus amigos o demás conciudadanos los que sepamos que él o ella son gentes importantes y a las que debemos de cuidar, pues a su amistad se le suma la de tenderte la mano como amigo, a la de darte su apoyo en cualquier ámbito de la vida.
Mi vecino Manolo, un guardia jubilado es fiel ejemplo de ello, siempre te ofrece su ayuda, siempre está dispuesto para todo lo que el, siempre que esté en sus manos, pueda ofrecerte. Desde aguantarte la puerta del ascensor, a ofrecerse para ir a solucionarte cualquier asuntillo que, reitero, estén en sus manos esa posibilidad.
Nunca va diciendo a ese vecino le he ayudado con sus compras, ni a fulano le he ayudado en otras cuestiones, entre otras cosas porque seguro que ni se le ocurre decirlo. Ya cada uno de nosotros sabemos como es y a todo lo que puede llegar a ser. Manolo, mi vecino el guardia, es feliz haciendo feliz y solo se conforma con que lo sepa quien se ha beneficiado de sus ayuda especifica en ese momento oportuno.
Es un ejemplo a seguir y valorar en su justa medida, nadie es imprescindible por mucho que dijera Beltort Brecht. La gente que te ofrecen su mano, solo su mano sin nada a cambio, son simple y llanamente, importantes y necesarios.
Salud y libertad.
Son gentes sin precios sin saldo o rebajas, no piden más nada a cambio que unas gracias o una simple sonrisa que los eleve a la más alta de las gratitudes. No le gustan las autoalabanzas pues entonces saben que pierde el sentido de servir a la sociedad y prefieren que sean sus vecinos, sus amigos o demás conciudadanos los que sepamos que él o ella son gentes importantes y a las que debemos de cuidar, pues a su amistad se le suma la de tenderte la mano como amigo, a la de darte su apoyo en cualquier ámbito de la vida.
Mi vecino Manolo, un guardia jubilado es fiel ejemplo de ello, siempre te ofrece su ayuda, siempre está dispuesto para todo lo que el, siempre que esté en sus manos, pueda ofrecerte. Desde aguantarte la puerta del ascensor, a ofrecerse para ir a solucionarte cualquier asuntillo que, reitero, estén en sus manos esa posibilidad.
Nunca va diciendo a ese vecino le he ayudado con sus compras, ni a fulano le he ayudado en otras cuestiones, entre otras cosas porque seguro que ni se le ocurre decirlo. Ya cada uno de nosotros sabemos como es y a todo lo que puede llegar a ser. Manolo, mi vecino el guardia, es feliz haciendo feliz y solo se conforma con que lo sepa quien se ha beneficiado de sus ayuda especifica en ese momento oportuno.
Es un ejemplo a seguir y valorar en su justa medida, nadie es imprescindible por mucho que dijera Beltort Brecht. La gente que te ofrecen su mano, solo su mano sin nada a cambio, son simple y llanamente, importantes y necesarios.
Salud y libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario