
Los padres “creo” señalamos el camino a seguir de los hijos. Si somos cofrades apuntarlo en la Cofradía, si nos gusta el carnaval lo acunamos con pasodobles y cuplets, si nos gusta la feria le enseñamos a bailar sevillanas, si nos gusta el futbol le compramos la equipación de nuestro equipo, si no somos creyente de ninguna religión, evitamos cualquier contacto con la iglesia y le celebramos los bautizos o comuniones civiles, etc….
Todo esto claro está es hasta que los niños comienzan a tener un poco de razón y entonces van eligiendo que es lo que quieren ser y a quien se quieren parecer. Si prosiguen la estela marcada por la doctrina paterna o materna o comienzan un nuevo rumbo, todo gracias a la información que captan a su alrededor, ya sean por modas o por formas de vida entre otras.
Yo nunca he sido seguidor de nada que cambiara mi aspecto, no tengo ni piercing ni un pendiente y no es porque no me hayan dejado. Nunca he excluido a un amigo por el mero hecho de tenerlo, o por vestir de chaqueta, de ropa de mercadillo, ropas de marca, u otras cuestiones que afortunadamente nos diferencian unos de otros. Y si cuándo mis hijos tengan la madurez necesaria, pues eso se nota, comienzan a cambiar su imagen, a cambiar de peinado y cambiar de forma de vida, no cabe otra cuestión que aceptarlo. Si para ellos su forma de vestir es como un dibujo manga, gótico como la catedral de Sevilla, con rastas como Marley o a lo afro como Eduardo Manostijeras, no tendré mas remedio que respetarlos mientras ello no cambie su condición de persona en todos los buenos sentidos y direcciones.
Y si el día que tuviera que ir a una reunión importante, obligara a mis hijos a vestirse de otro modo no acorde con su forma de vida o con su forma de pensar, entonces yo no sería un digno padre de mis hijos pues egoístamente he antepuesto mi ideal de padre, a tener un hijo ideal.
Salud y libertad