Vivíamos la jartá de tranquilos hasta que un día la vecina de arriba, una enfermera que vivía sola con un gato, pidió cambio de destino en su trabajo y se lo concedieron, por lo que puso su vivienda en venta.
Los nuevos, un matrimonio mayor con dos hijas de unos veintitantos eran los inquilinos y dueños. Después de ofrecerle mi ayuda, incluso de subir a su vivienda para intentar subsanarle en la medida de lo posible algunos problemillas de montaje de sus muebles, empezaron a venir algunos problemas de convivencia entre nosotros y ellos que después se llegaron a enmendar pues comprendieron que debían de convivir con el resto.
Ya no era lo mismo pues de no tener a nadie prácticamente durante todo el día, ya notábamos que no vivíamos solo, pero vamos había que acostumbrarse. Unos días notamos como se desmadraron, poniendo música a un excesivo volumen, chillidos fuera de lo normal, etc.… por lo que tuvimos que subir y dar la correspondiente queja. A partir de entonces todo volvió a su cauce, a sus molestias “normales” pero aun dentro de un orden. Es lo que quise decir de que llegaron a enmendar su actitud.
Pero de buenas a primera al tiempo comenzamos a notar peleas en el piso de arriba de forma continuada y oyendo mas gente de lo común, ponían a los chichos a todo volumen y a todas horas…. Otra vez tuvimos que subir, a lo que el hombre se metió para adentro y mandó a callar a toda la patulea de gente que se metieron en su casa.
Por lo visto una señora que había sido desahuciada de su casa en Cádiz, y a su vez hermana de uno de ellos se coló de “okupa” con sus tres hijos, una niñata que estaba todo el día peleándose con las primas y con sus tíos, un pibe que se llevaba todo el santo día con unas baquetas tocando el tambor y usaba el suelo como instrumento con su correspondiente por culo y una niña chica que no llevaban al colegio. (Hasta que un vecino denunció esa situación de no escolarización)
Ya eran innumerables las veces que teníamos que subir y llamarlos al orden, es verdad y todo hay que decirlo que al hombre, un rudo señor ya mayor, lo tomaban por sopa y no podía hacer nada, pero eso no era nuestro problema, nuestro problema era que desde que se levantaban a eso de las dos de la tarde hasta las tantas de la madrugada, como dice el tanguillo “…estaba el “sexto- a“ igual que una feria”.
Como esa feria que soportábamos no tenía ningún amago de erradicarse, teníamos dos opciones, o irnos nosotros o que se fueran ellos. Para saberlo tuvimos que indagar con la vecindad para ver si podíamos tener el apoyo necesario.
Y lo tuvimos, recogimos las firmas de la mayoría de los vecinos para llamarlos al orden, al igual que del bloque contiguo pero que compartimos patio y también sufrian sus molestias sonoras, se le comunicó via burofax que o cambiaban de actitud o la comunidad de propietarios los pondrían en mano de la justicia, pero que va, ellos seguían igual, no cambiaron ni a base de las amenazas de echarlos, quizás no se creyeron de la capacidad nuestra y de la unidad de todos los vecinos ante ellos.
A partir de ahí comenzó un ir y venir de la policía local a mi casa, que debo de decir que estuvieron siempre a la altura, venían directamente a mi casa a cada llamada que les hacíamos, entraban escuchaban el griterío, subían para informar que debían de deponer su actitud incívica, y realizaban el correspondiente informe al cual yo tenía acceso.
Continuará….
Los nuevos, un matrimonio mayor con dos hijas de unos veintitantos eran los inquilinos y dueños. Después de ofrecerle mi ayuda, incluso de subir a su vivienda para intentar subsanarle en la medida de lo posible algunos problemillas de montaje de sus muebles, empezaron a venir algunos problemas de convivencia entre nosotros y ellos que después se llegaron a enmendar pues comprendieron que debían de convivir con el resto.
Ya no era lo mismo pues de no tener a nadie prácticamente durante todo el día, ya notábamos que no vivíamos solo, pero vamos había que acostumbrarse. Unos días notamos como se desmadraron, poniendo música a un excesivo volumen, chillidos fuera de lo normal, etc.… por lo que tuvimos que subir y dar la correspondiente queja. A partir de entonces todo volvió a su cauce, a sus molestias “normales” pero aun dentro de un orden. Es lo que quise decir de que llegaron a enmendar su actitud.
Pero de buenas a primera al tiempo comenzamos a notar peleas en el piso de arriba de forma continuada y oyendo mas gente de lo común, ponían a los chichos a todo volumen y a todas horas…. Otra vez tuvimos que subir, a lo que el hombre se metió para adentro y mandó a callar a toda la patulea de gente que se metieron en su casa.
Por lo visto una señora que había sido desahuciada de su casa en Cádiz, y a su vez hermana de uno de ellos se coló de “okupa” con sus tres hijos, una niñata que estaba todo el día peleándose con las primas y con sus tíos, un pibe que se llevaba todo el santo día con unas baquetas tocando el tambor y usaba el suelo como instrumento con su correspondiente por culo y una niña chica que no llevaban al colegio. (Hasta que un vecino denunció esa situación de no escolarización)
Ya eran innumerables las veces que teníamos que subir y llamarlos al orden, es verdad y todo hay que decirlo que al hombre, un rudo señor ya mayor, lo tomaban por sopa y no podía hacer nada, pero eso no era nuestro problema, nuestro problema era que desde que se levantaban a eso de las dos de la tarde hasta las tantas de la madrugada, como dice el tanguillo “…estaba el “sexto- a“ igual que una feria”.
Como esa feria que soportábamos no tenía ningún amago de erradicarse, teníamos dos opciones, o irnos nosotros o que se fueran ellos. Para saberlo tuvimos que indagar con la vecindad para ver si podíamos tener el apoyo necesario.
Y lo tuvimos, recogimos las firmas de la mayoría de los vecinos para llamarlos al orden, al igual que del bloque contiguo pero que compartimos patio y también sufrian sus molestias sonoras, se le comunicó via burofax que o cambiaban de actitud o la comunidad de propietarios los pondrían en mano de la justicia, pero que va, ellos seguían igual, no cambiaron ni a base de las amenazas de echarlos, quizás no se creyeron de la capacidad nuestra y de la unidad de todos los vecinos ante ellos.
A partir de ahí comenzó un ir y venir de la policía local a mi casa, que debo de decir que estuvieron siempre a la altura, venían directamente a mi casa a cada llamada que les hacíamos, entraban escuchaban el griterío, subían para informar que debían de deponer su actitud incívica, y realizaban el correspondiente informe al cual yo tenía acceso.
Continuará….
Segunda parte:
Tercera parte:
2 comentarios:
Y yo me quejo a veces de mis vecinos...uff!
Me dejas intrigado con el desenlace...si es que lo hay.
Manda narices tener que aguantar a unos vecinitos así. Es normal que días muy puntuales pues se reuna más gente que lo normal, pero todos los días...
Mis vecinos de abajo (una pareja algo mayor) invitaban a sus vástagos, nietos, sobrinos, etc. todos los sábados tarde y domingos día entero. Imaginate. Hubo conflicto entre la pareja y desde entonces no se ha vuelto escuchar a nadie más. Toquemos madera.
Un abrazo
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