La lotería de los yanquis. Disneyland París y la comparsa Orfebre

Y es que aunque no guste es una lotería que una franquicia yanqui se abra en tu zona, tiene una repercusión increíble todo son parabienes aunque sea un chiquipark y su dueño sea el “maikel llacson”.

Y nos bajamos los pantalones porque venga una de estas lo más cerca posible, ya sea una cadena de restauración o un parque temático. Somos tan sumamente controlados que preferimos una woper a una buena hamburguesa en un fogón o bar de nuestra localidad. Y todo porque desde siempre viste mas fumar Winston que Ducados, vacilamos mas con unos Levis straus aunque sea de imitación, que con unos pantalones del mercadillo, o llevar en la solapa una insignia yanqui que algo relacionado con las autonomías españolas. Vamos que yo me pongo una bandera de los usa y quedo mejor que cuando me pongo la mía de Euskal Herria.

Pero es así y aunque nos quejemos de lo que no nos gusta de ese poderoso país económico, nos compramos unos balones de futbol aunque los fabriquen niños explotados en el tercer mundo. Los ciudadanos estamos carajotes, se prefiere que una franquicia gringa a un emprendedor cercano, y nos tenemos que meter la lengua en el serete porque hasta en esta tierra muchos valoran a Belén Esteban como posible alcaldesa.

A mediados de los ochenta se barajaba la opción que una empresa americana se instalara en Cádiz. Creo recordar que en las aletas, lugar que ahora es motivo de impedimento para que se instalen otras empresas españolas. Bueno, que Disneylandia se instalara en la provincia de Cádiz fue un sueño de muchos, pues reitero esa lotería nos hubiera dado mucho empleo, mucha infraestructura y un buen y reconocido nombre turístico. Y no pudo ser, tal como si fuera de un nombramiento de una sede olímpica, se llevó el gato al agua Paris, y supongo que no inmerecidamente.

Pero el gaditano quedó por aquel entonces encarajotado pues hasta llegó a creer que América iba a ser un poco gaditana, que eso de que Rota sea ese nido de armas y militares, podría repercutir en que valoraran a Cádiz para que ese parque temático se instalara en la bahía, pero no. Cádiz siguió siendo el Cádiz al igual que el pueblo Villar del Rio que Berlanga tan bien pintó en esa gran película llamada Bienvenido míster Marshall y que Joaquín Quiñones con su comparsa Orfebre hizo alusión al tema diciendo:

Volaron las ilusiones de muchos chiquillos muy lejos de España

la lotería de los yanquis como por encanto se fue para Francia.

Ya no tendrán los famosos muñecos vivientes,

ni por el bosque encantado podrán corretear.

Y soñaran cada noche ese parque en su mente,

y será Disneylandia como un cuento de hadas

en cada despertar.

Chiquillo olvida duendecillo la cenicienta

por siempre estarán rondando vuestros corazones.

Trepar sobre los arbolillos cogiendo nidos de algún gorrión

romperse los pantalones.

Yo de pequeño sufrí similar desengaño

y los años me han demostrado.

Bienvenido Míster Marshall cambiamos por leche en polvo

no cambies tu Disneylandia por nucleares en torno

Sigue en tu mundo feliz, vente conmigo a jugar,

da de comer en tu mano a esa paloma blanca de paz y libertad.

Gocemos juntos un rato, echando en tu parque

pan duro a los patos

Salud y libertad