Hará
treinta años o poco menos, mi cuñada Ángeles llegó a mi casa con un pequeño
cachorrito, era un perrillo negro con una manchita blanca en el pecho, era tan
pequeño que cabía en la palma de la mano. El perrito se trataba de un Retriever
de labrador al que llamamos Yordi como si de un catalán se tratara.
El
perrito era la jartá de bonito, pero tenía un problema bastante grande que se agravó
con su crecimiento, era muy agresivo, mordió a toda la familia, nadie se libró
de sus mordeduras y se hizo muy violenta la convivencia con el perro.
Esta situación
conllevó a que se pensara en deshacernos del perro. Se encontró una gente que
tenían un campo en El Colorado que se hizo cargo de Yordi, vinieron a recogerlo
en un coche furgoneta, creo recordar que era un Renault 4 y se lo llevaron. Pero
ahí no queda la cosa puesto que un día mi primo Raúl y yo decidimos coger
nuestras bicis e ir a ver si lo veíamos, más que nada porque, aunque fuera un
perro agresivo lo echábamos de menos.
Era un
sábado y nos fuimos tempranos, llegamos hasta El Colorado y empezamos a buscar
por la zona algo que nos diera información sobre ese campo y sobre esa gente
que “adoptaban” perros, y no vimos nada hasta que entramos en la Venta del
mismo nombre, y allí preguntamos. La casualidad fue que alguien nos dijo que se
había visto por allí un perro de esas características que se montaba en los
coches, el animal pensaría que si llegó hasta allí en uno otro lo llevaría
hasta nuestra casa, y que el perro se lo había llevado un señor que tenía un
campo al que nos dijeron como llegar y llegamos.
Y allí
estaba Yordi, la alegría que le entró al vernos el animal fue enorme, hablamos
con el paisano y le contamos la situación, y nos dijo que si queríamos llevarnos
al perro, que él no pondría inconvenientes.
Nos
fuimos y nos volvimos a Cádiz hartito de pedalear, hasta que llegué a mi casa, le
dije a mi padre que lo había visto y le conté todo lo ocurrido hasta que dijo
que íbamos a ir a recogerlo, y así hicimos.
Fuimos
lo recogimos, paramos en todas las ventas habidas en la carretera y llegamos a
nuestra casa con el convencimiento de que Yordi había aprendido la lección,
pero no fui así, siguió siendo un perro agresivo y acabó por tener que
entregarlo otra vez, pero esta vez para no recogerlo más.
Esto es
lo que ocurrió por su agresividad, en las personas pasa lo mismo, quien es
agresivo, ya sea de acción o de conversación, termina por separarse de esa
gente que los ha querido. Y esa gente que aunque no te dé de comer de su mano,
si te dan un aprecio que se debe de valorar, pues no siempre terminan por dar
otra oportunidad, como mi familia dio en este caso y entre otras cuestiones a
un animal.
Salud y
libertad.
2 comentarios:
Aquí estoy.
Pues nada Carla ya he visto que estás ahí, pero ¿te llamas de verdad Carla? o escondes tu verdadero nombre.
Salud.
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